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La actriz celebró junto a su hija, Anna sus 50 años de carrera
profesional y reflexionó sobre su vida, sus amores y su trabajo.
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Quizás el tiempo haya actuado como un factor de unión y
comunión en una entrevista que desencadenó en una catarsis sanadora.
Conocernos desde años fue el sello que apuntaló la credibilidad y la
confianza. Entonces Andrea del Boca sintió que podía.
Que tenía ganas de hablar y ser ella, por una vez y por siempre, la
mujer que jamás se atrevió ni pudo ser. Durante el pasar de las horas se
incorporaron a la charla su madre, Ana María y su hija Anna:
ambas son el universo más potente que conviven con la actriz que hoy,
no sólo celebra sus 54 años sino que festeja sus 50 años de carrera.
Atrás quedó Pinina, Celeste, Perla Negra o la Señorita Andrea. Ellas
forman parte de un pasado que la formó como una profesional íntegra pero
que la limitó a la hora del verdadero amor: Del saberse querida, o
simplemente, deseada.
—¿Cómo fue crecer y vivir como una niña modelo, entendiendo
que usted era para muchas familias y mujercitas un referente del deber
ser?
—Quizás podían llegar a verme como un referente porque en aquella
época era la única niña que trabajaba en televisión. Pero yo nunca me
sentí de esa manera…tenía a mis hermanos, y mis padres nunca marcaron
diferencia entre los tres. Lo que sí me molestaba, y ahora puedo verlo y
analizarlo con adultez, era cuando una vez al mes, llegaba a mi casa
una asistente social impuesta por el Ministerio de Minoridad, para
hacerme todo tipo de preguntas. Odiaba que me despertara temprano y me
dijera “Nena…”. Yo respondía lo que me preguntaba con
naturalidad, pero evidentemente, lo que provocaba que una niña actriz
abordara desde la actuación ciertos temas como la falta de una madre o
el abandono, conspiraba a que grupos sociales de la Argentina hicieran
todo tipo de denuncias temiendo que mi “trabajo” pudiera afectarme
emocionalmente.
—¿Por que asegura haber sido “descontrolada” en sus vínculos afectivos?
—Lo digo en el sentido que no fueron amores tradicionales.
—En todo caso, lo que se esperaba de Andrea del Boca.
—Es posible, probable, pero eso, en todo caso, es una apreciación de los demás. Mi papá siempre me lo decía “Andrea, por qué no encontrás a un hombre que sea un compañero..”
Su hija Anna sabe cuidarla y la entiende como nadie.
A veces se ríe de ella y de su innato melodrama personal. Pero son una
unidad que uno siente como si se tratara de un bloque inquebrantable
construido con la misma dosis de amor y sufrimiento. “Descubrí que
mi mamá era Andrea del Boca cerca de los cuatro años, cuando la vi en la
televisión besándose con Gabriel Corrado. Quedé sorprendida y en shock.
Le pregunté “Mamaaa ¿Quién es este tipo?”, ella estaba sentada a mi
lado y no pude creer. Con los años me emociona ver su recorrido
profesional. Siento orgullo por ella, no sólo como actriz, sino como
mujer. Ella una vez me dijo que siempre su foco estuvo puesto en su
trabajo, pero a partir de mi nacimiento, sus prioridades cambiaron. Dice
que lo más importante de su vida soy yo, y es muy fuerte. (se
conmueve). Mamá me provoca mucho honor. Sé que renunció a lo largo de su
vida a muchas cosas por su carrera. Mamá no es frívola ni fría. Es
responsable. Se crió llena de responsabilidades. Pero siento que se está
abriendo y dejando que sus sentimientos florezcan de otra manera. Me
gustaría trabajar con mamá en cine. Soy más fans de las películas. ¿Si
me veo parecida? Yo no, pero muchos dicen que sí. Somos opuestamente
parecidas. Y es muy lindo que así sea. Me encanta compartir todo con
ella, somos unidas y fieles. En nosotras hay amor. Del sano. Del puro.
Del verdadero.”
—¿Alguna vez se sintió acosada o abusada en 50 maños de carrera?
—No, no lo sentí ni me ha pasado. En mi profesión nunca, en lo
personal, si, de acoso. Atravesé una situación muy desagradable que
estuvo ligada al abuso del poder sexual.
—Ya no es Pinina y hace tiempo dejó de ser Señorita Andrea. ¿Cómo transita el paso de los años y su madurez femenina?
—Estoy en un momento de transición. Como si estuviera viviendo una
segunda adolescencia, no porque pretenda vivir lo que no viví en algún
momento de mi vida, sino porque hoy siento que le doy permiso a la
Andrea mujer. He construido una carrrera, he tenido una hija y la he
criado con el amor más absoluto. Ahora es un tiempo en el que empiezo a
dedicarme a mí y a lo que siento. Sin tantos replanteos. Ni
arrepentimientos.
—¿Cuando un hombre se le acerca, se la hace fácil o él tiene que remarla mucho?
—Es que no se me acercan. Y no sólo porque soy una persona pública,
también porque soy tímida y reservada. Y yo no trabajo de famosa,
trabajo de actriz. Me encanta la galantería del hombre y soy muy
romántica. Pero también puedo ser más salvaje y cubrir todos los roles
(Se ríe)
—¿Siente que está en un nuevo periodo de apertura afectiva?
—Sí, ahora sí. De todo lo que transité y viví en mi vida, tiene que
salir algo positivo y resurgir la mujer. Mi asignatura pendiente es
darme todo el tiempo y todo el espacio para que el hombre que esté a mi
lado se sienta respetado, cuidado y amado. Y que sea recíproco. A través
de la televisión amé y fui amada. Atravesé todas las pasiones y los
finales felices. Finales que yo no tuve. Por eso ahora decidí cambiar y
no tener más miedo. Me han metido los cuernos, confié y me traicionaron.
Ya no quiero eso para mi vida. Busque relaciones que tenían fecha de
vencimiento para no sufrir. Hoy merezco renacer sin boicotear a
la mujer, que de no haber sido por Anna, hubiera vivido el resto de mi
vida en piloto automático. En definitiva, encontrarme con la Andrea que nunca fui y que hoy siento que merece, como mis heroínas, tener final feliz.
Revista Caras